LA LEYENDA DEL CERRO BRUJO Y SU RELACIÓN CON EL MIÉRCOLES DE CENIZAS

El Cerro Brujo es un área geográfica ubicado entre Nombre de Dios y Portobelo. Hoy distrito de Portobelo. Cuenta su leyenda que en la época colonial los cimarrones que huían de Nombre de Dios se escondían en este cerro y que paulatinamente bajaban al pueblo para liberar a otros africanos en cautiverio. Para no ser vistos, se camuflaban con la maleza pareciendo una figura mítica que en su contexto desarrolló al Hojarasquin del Monte.

Dentro del Ritual Congo es la Figura que te protege de la maldad por su investidura y su misticismo. Al darse con recurrencia estas escapadas por bandadas, los españoles decidieron ir al Cerro Brujo para acabar con los cimarrones. Sin embargo, el Cerro en su parte superior estaba lleno de cavernas en donde desaparecían los cimarrones.

De allí que entre los soldados se corrió la voz de que el cerro estaba embrujado y que cada cierto tiempo bajaban sus personajes forrados de maleza a liberar a Nombre de Dios.

Al ordenar el Rey el traslado de la ciudad de Nombre de Dios a la Bahía de Portobelo, Francisco Valverde y Mercado la traslada en 1597 y los cimarrones bajan del Cerro Brujo y se toman a Nombre de Dios, la ciudad Colonial más antigua aún habitada.  

Al desarrollarse en el Palenque el Ritual Congo se deja como parte del drama la vuelta al Cerro Brujo. Acción que se desarrolla años tras año en donde propios y extraños, se congregan a celebrar esta festividad tradicional.  Los participantes, algunos con su “prancha”, otros con sus atavíos desgarrados, rostros pintados y con gran alegría dan la famosa vuelta el cerro brujo al ritmo de los tambores Congos contando la historia de nuestro pueblo fatorense y desarrollando como parte de ese sincretismo religioso: la lucha del bien contra y el mal. El bien representado por el amor, la bondad, la lucha por la libertad, por el bien común, y la supervivencia en hermandad contra la maldad que refleja el odio, rencor, opresión, esclavitud, indecencia perpetuado por el inquisidor, colonizador y conquistador en contra de todo. A este ser despreciable se le designó el color Rojo Sangre, el cual de manera perenne reflejaría su maldad y por ende, debería ser rescatado para ser bautizado en la fe y el amor de Cristo.

Fuente: Boris Nolis Góndola / Luis Antonio Valencia

Fotografia: Aneisy Valencia

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